martes, 26 de junio de 2012

De algo estoy segura.
No podrá quererlo como lo quería yo, no podrá adorarlo de ese modo, no sabrá advertir hasta el menor de sus dulces movimientos, de aquellos gestos imperceptibles de su cara.
Es como si sólo a mí se me hubiera sido concedida la facultad de ver, de conocer el verdadero sabor de sus besos, el color real de sus ojos.
Nadie podrá ver nunca lo que yo he visto. Y ella menos que ninguna.
La luna se vuelve al sol. La noche al día. Porque detrás de cada persona se esconde otra. Quizás más bella, quizás más nueva, quizás la tuya.
Es hora de volver a casa. Es hora de volver a empezar, lentamente, sin dar demasiadas sacudidas a la vida. Sin darle demasiadas vueltas. Con una única pregunta: ¿Volveré a estar alguna vez allí arriba, en ese lugar tan difícil de alcanzar? Allí, donde todo resulta más hermoso. Desgraciadamente, en ese mismo instante, ya sabe la respuesta.

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